domingo, 13 de marzo de 2016

Siempre Escuchamos Decir Juventud, Divino Tesoro

Siempre hemos escuchado y Nada más cierto que el hermoso verso de Rubén Darío para describir la juventud: “Juventud, divino tesoro…”. Una etapa maravillosa de la vida con aportes y cualidades innegables.
La juventud es sinónimo de energía, vitalidad, ímpetu, iniciativa, cuestionamiento, ilusión, sueños, empuje y sentido crítico. Muchas veces ese torrente de energía y fuerza tienden a impacientar a las generaciones más adultas. De hecho, la confrontación generacional es un rasgo característico de la convivencia humana, sin embargo, siempre es fundamental el diálogo intergeneracional. Cuando esto se propicia y se establece, los efectos positivos aumentan para el encuentro de las buenas ideas, proyectos novedosos y abundantes iniciativas.
¿Juventud o juventudes?
Hablamos en general de juventud, pero en realidad deberíamos referirnos a juventudes, ya que aunque existen características generales atribuibles a esta hermosa etapa de la vida, son muchas y específicas las diferencias que existen al interior de la juventud, por ejemplo, entre la juventud urbana y la rural, las juventudes profesionales, campesinas, obreras, estudiantiles, empresariales, entre otras. Cada una con especificidades, requerimientos y características particulares.
Por otro lado, se suele referir también a la juventud como “los adultos del mañana”, es decir como esas personas que se deben preparar ahora para asumir las responsabilidades del futuro. Esta es una perspectiva obsoleta de la juventud, que la observa como un receptor pasivo de lo que los adultos les enseñan, les transmiten, les preparan y les depositan.
Por el contrario, los jóvenes son protagonistas activos y actuales en la construcción de su propia realidad, que inciden y aportan en el presente, que junto a las otras generaciones deben participar activamente en la discusión y en la toma de decisiones.
Los jóvenes son sujetos de derechos y su participación activa permitirá fortalecer los escenarios en donde se desenvuelven, es decir en el hogar, en el ámbito académico, en el mundo laboral, etc.
La riqueza de sus principales características y aportes
Cuando la persona adulta logra encontrar un adecuado canal de comunicación y establecer una positiva y respetuosa relación con adolescentes y jóvenes, encontrará una serie de características que enriquecerá con sus aportes los espacios de trabajo y convivencia.

Los jóvenes son poseedores de una genuina generosidad. A pesar de estar inmersos en una época “postmoderna” que promueve el individualismo, el egoísmo y el materialismo, los jóvenes suelen ser, en su mayoría, solidarios, sensibles a lo que sucede en su entorno, al sufrimiento y necesidades de los demás. Es cierto que la llamada generación del milenio dista mucho de ser movida por los mismo ideales e intereses de generaciones de jóvenes como la de los sesentas y setentas del siglo pasado, pero los adolescentes y jóvenes de la actualidad cuando logran expresar sus más auténticos intereses mostrarán una sólida voluntad de servicio, una sensibilidad con causas sociales, ambientales y de derechos humanos. Ellos continúan señalando que sus familias son el referente que les brinda mayor confianza y credibilidad, y muestran alegría, esperanza y amor en todo lo que emprenden. Como todas las personas, incluidos los adultos, los jóvenes también tiene defectos; pero sus cualidades, virtudes y características positivas son más relevantes y abundantes:
 
·         Agradecimiento. Los jóvenes son agradecidos cuando sienten que las personas se esfuerzan por comprenderles, por conocer lo que piensan, por saber qué sienten. En ellos se produce un sentimiento de gratitud cuando ven que los demás abren su mente y corazón para comprenderles con auténtico interés y disposición.
·         Espíritu critico. La gran mayoría de los jóvenes son críticos y esto puede indisponer a quienes no admiten correcciones, a quienes no toleran la opinión diferente y el cuestionamiento. Pero quienes aceptan y se alimentan de la diversidad de opiniones y criterios, encontrarán en los jóvenes un desafío a sus propuestas e ideas.
·         La valentía. En general, la juventud se caracteriza por su valentía, fortaleza y su disposición a enfrentar los desafíos de la vida. En ocasiones esa valentía puede considerarse “temeridad”, arriesgada, poco prudente, precipitada y que no mide consecuencias; pero lo cierto es que bien equilibrada es de gran importancia para enfrentar situaciones adversas y aprovechar oportunidades.
·         El altruismo. No se percibe mucho desde afuera, pero está presente en la mayoría de los jóvenes. Es común observar la cantidad de jóvenes que asumen responsabilidades a través de la identificación con ideales y causas muy diversas, el voluntariado juvenil es muy abundante y su aporte es altamente significativo en actividades ambientales, comunitarias y sociales.
·         La sinceridad. Es más común encontrarla en los jóvenes. Son más transparentes, auténticos y veraces, lo cual puede ofender y desilusionar a los adultos. Pero es definitivamente una cualidad que debería apreciarse más. La sinceridad es mucho mejor, pero debe aprenderse a expresar con respeto.
·         La imaginación. La imaginación es una característica muy positiva en los jóvenes. Los adultos suelen dejarla en el transcurso de la vida, pero en los jóvenes la imaginación viene como una explosión de ideas, de deseos de conocer y valorar opiniones, de romper con lo establecido para verlo (imaginarlo) distinto y mejor.
·         El inconformismo. Significa no darse por satisfecho con lo que no se considera bien. Es pretender mejorar, modificar, aspirar a niveles y escenario superiores, es dar el primer paso para la transformación de la realidad, y esta es una característica muy presente en los jóvenes.
·         La amistad. En los jóvenes la amistad es fundamental, está por encima de todo, para ellos significa lealtad, nunca defraudar al amigo, asumir riesgos, defender sus causas, que las hacen propias, dejando de lado la comodidad individual.
·         La creatividad. Su afán creativo puede incomodar a los que prefieren las estructuras establecidas, lo esperado, lo predecible, lo acostumbrado. La creatividad significa enfrentarse con lo novedoso, con hacer las cosas de forma diferente, y esta virtud se manifiesta de manera muy abundante en los años de juventud.
·         La rapidez mental. La mayoría de los jóvenes se caracterizan por “andar adelante”, dejando atrás a los adultos, son ágiles en sus pensamientos, ideas y respuestas. Se piensa en ocasiones que se precipitan, que no piensan y razonan las cosas y que quizás son muy impulsivos, pero lo cierto es que sus mentes van definitivamente a una velocidad mayor que la de los adultos, y en lugar de ponerle únicamente frenos, los adultos deberían ayudar a canalizar apropiadamente esa rapidez mental.
·         La originalidad. Es poco comprendida y apreciada. Sin embargo, es indispensable para el conocimiento y el desarrollo de las cosas. Decía el famoso artista catalán Antonio Gaudí que “El copista no aporta, quien aporta es el creador” y en la originalidad de los jóvenes se encuentra un gran potencial creador.
·         La alegría. En general los jóvenes son alegres, divertidos, positivos y esta virtud le hace falta a la seriedad que suele existir en la vida de los adultos. Se debe aprovechar esa fuerza positiva, esa energía para asumir los desafíos que plantea la vida y que nadie puede negar que tendrá momentos de dificultad y adversidad. Con alegría y esperanza los desafíos se enfrentan mucho mejor.
·         El atrevimiento. Esta característica le resulta a los adultos incómoda y a veces transgresora. La excesiva prudencia de la madurez frena el alcance de metas. Algunas veces la diferencia entre el alcance de un propósito o no lo determina el “atreverse”.
·         La curiosidad. El interés por conocer, descubrir, indagar, explicarse las causas y consecuencias de las cosas, es una virtud que suele quedarse en el transcurrir de los años. La curiosidad juvenil les hace a veces introducirse en dificultades, pero también es una forma de conocer y aprender, de crecer y desarrollarse en la vida.
·         La ilusión. El “soñar con un mundo mejor” como afirmaba el Caballero Andante, el Hombre de la Mancha, es algo que el mundo postmoderno pretende quitarnos a todos. La ilusión, los sueños, son sinónimos de juventud. Cuando acaba la ilusión empezamos a envejecer. En los jóvenes la ilusión actúa como un motor de esfuerzo, de movimiento, de propósito vital.
·         La rebeldía. La rebeldía en los jóvenes es una energía que mueve la transformación de las cosas, que debe ser encausada ciertamente, pero que es fundamental para el desarrollo personal y social.
 El encuentro intergeneracional posibilitará no solo una mejor y mayor convivencia, sino un mutuo aprendizaje de gran beneficio para todos. De los jóvenes tenemos mucho que aprender y su aporte en lugar de ser limitado o frenado, debe ser facilitado, apoyado y potenciado.
Fuentes: enfoquealafamilia.com

0 comentarios:

Publicar un comentario