sábado, 13 de julio de 2019

Cicatrices del Alma - Reflexión


En un día caluroso de verano, en el sur de la Florida, un niño decidió ir a nadar en la laguna, detrás de su casa. Salió corriendo, se tiró en el agua y comenzó a nadar feliz. No se dio cuenta de que un cocodrilo se le acercaba.
Su mamá desde la casa miraba por la ventana, y vio con horror lo que sucedía, enseguida corrió hacia su hijo, gritándole lo más fuerte que podía. Oyéndole, el niño se alarmó y viró nadando hacia su mamá, pero fue demasiado tarde.
Desde el muelle, la mamá agarró al niño por sus brazos, justo cuando el cocodrilo le agarraba sus pequeñas piernas. La mujer jalaba determinada, con toda la fuerza de su corazón. El cocodrilo era más fuerte, pero la mamá era mucho más apasionada, y su amor no la abandonaba. Un señor que escuchó los gritos, se apresuró hacia el lugar, con una pistola, y mató al cocodrilo. El niño sobrevivió y, aunque sus piernas sufrieron bastante, aún pudo llegar a caminar.
Cuando salió del trauma, un periodista le preguntó al niño si le quería enseñar las cicatrices de sus pies.
El niño levantó la sábana y se las mostró. Pero entonces, con gran orgullo, se remangó las mangas y señalando hacia las cicatrices en sus brazos le dijo:
“Pero las que usted debe ver son éstas”.

Eran las marcas de las uñas de su mamá, que habían presionado con fuerza. “Las tengo, porque mi mamá no me soltó y me salvó la vida”.
Nosotros también tenemos las cicatrices de un pasado doloroso.
Algunas son causadas por nuestros propios desaciertos, pero algunas son la huella de Dios, que nos ha sostenido con fuerza para que no caigamos en las garras del mal.
Algunas veces nos conducimos tontamente en algunas situaciones peligrosas. La vida está repleta de riesgos, y nos olvidamos que el enemigo nos espera para atacarnos. Ahí es cuando empieza la lucha de halar y tirar. Si tienes las cicatri­ces de Su amor en tus brazos, sé muy, pero muy agradecido. El no te dejó, y no te dejará ir.
Dios te bendiga siempre, y recuerda que si te ha dolido alguna vez el alma, es porque Dios te ha agarrado demasiado fuerte para que no caigas.
Todos estos casos dejan cicatrices en el alma. Personas que jamás pudieron ser las mismas. Pero la pregunta ante todos estos problemas es como cerrar a herida y al ver la cicatriz saber que ya todo pasó y ver la posibilidad de un nuevo comienzo.
¿En quién me apoyo? ¿A quién busco? ¿Quién pudiera ayudarme? Ante estas situaciones naturales, necesitamos una fuerza sobrenatural: a Dios, quien en diversas situaciones a utilizado su poder para hacer nuevas todas las cosas, para cambiar la tristeza en alegría, para calmar la desesperación y convertirse en nuestro único apoyo 24 horas, los 7 días de la semana, aquel que nos entiende porque nos formo y conoce exactamente la profundidad de esa cicatriz.
¿Qué vas a hacer con tus cicatrices? ¿Vivir toda tu vida lamentando que las tienes, preguntándote por qué te sucedió aquello a ti? Si bien es cierto que las cicatrices son imborrables, siempre estarán allí, cuando te fortaleces en las áreas en las que no tienes ninguna y le das oportunidad a Dios para que te sane, tu vida puede comenzar de nuevo, te darás cuenta de que amaneció de nuevo para ti y que tu vida puede ser mejor que nunca antes. Dios tiene el poder de hacer que una historia con cicatrices tenga un final feliz
Fuente: reflexiones.cristianas.com

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