Después de perseverar por diez días en ayuno y oración, los discípulos
por fin estaban recibiendo el anhelado Espíritu Santo cuya manifestación fue
como un viento recio o huracanado, pero que al llegar sobre ellos se asentó en
lenguas como de fuego.
NUESTRA FUERZA PROVIENE DE DIOS
“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y
me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último
de la tierra” (Hechos 1:8).
Durante el tiempo del ministerio terrenal del Señor Jesús, que abarcó desde Su
bautismo en agua hasta Su ascensión al cielo, un período de tres años y medio,
nadie recibió el bautismo en el Espíritu Santo.
Pero al culminar Su ministerio terrenal, Jesucristo no quiso dejarles el gran
vacío de Su ausencia, y por esto reunió a Sus discípulos y les dijo: “Os
conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a
vosotros; más si me fuere, os lo enviaré” (Juan 16:7).
Jesús
definió al Espíritu Santo como el Sublime y gran Consolador, del término griego
“paracleto”, y significa alguien que viene a nuestro lado para auxiliarnos. Cuando conocemos personalmente al
Espíritu Santo, nos damos cuenta de que es el ser más extraordinario del mundo
y que no existe nada que se pueda comparar con Él.
Jesús les dijo que si Él se iba, no los dejaría solos ni huérfanos, sino que
les dejaría alguien para ayudarles. Así como el Señor Jesús fue tan real cuando
estuvo en la tierra que la gente podía tocarlo, verlo, y oírlo, de igual modo,
el creyente debe aprender a experimentar la presencia del Espíritu Santo en su
vida.
El Señor ya lo había dicho: “El que
cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.
Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún
no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado” (Juan 7:38-39).
Después de perseverar por diez días en ayuno y oración, los discípulos por fin
estaban recibiendo el anhelado Espíritu Santo cuya manifestación fue como un
viento recio o huracanado, pero que al llegar sobre ellos se asentó en lenguas
como de fuego.
Inmediatamente empezaron a adorar en otras lenguas, en idiomas que no habían
conocido hablaban sobre las maravillas de Dios (Hechos 2:1-4).
En respuesta a la inquietud de algunos que decían que esto era por causa de la
embriaguez, Pedro dio una poderosa disertación en la unción del Espíritu Santo,
y al terminar el mensaje la gente, muy compungida en su corazón, le preguntaban:
¿Qué debemos hacer? “Pedro les respondió: Arrepentíos, y bautícese cada uno de
vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el
don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).
Aquel día, tres mil judíos se convirtieron al cristianismo por causa de la
unción del Espíritu de Dios que operaba a través de las vidas de Pedro y de
Juan.
ALGO
EN QUÉ PENSAR
Soy el pastor Carlo de Filipinas, y desde que mi iglesia entró en la visión
G12, cosas milagrosas han ocurrido; una de ellas sucedió en el mes de diciembre
del año 2008 cuando invité a uno de mis discípulos a asistir a una convención
en la ciudad de Manila, donde el pastor Castellanos estuvo presente, y en la
cual Dios obró transformando la vida de este hombre.
Impactado por lo que vivió en aquella convención, al regresar a su provincia,
el Señor puso en su corazón el deseo de comenzar una iglesia, y aunque él tenía
muchas dudas antes de hacerlo, ocurrió algo que las disipó todas.
Él es médico de profesión y una mañana mientras estaba en la clínica llegó una
mujer con el rostro de color azul, no tenía pulso, su corazón no latía y había
saliva saliendo de su boca, médicamente estaba muerta. Sin embargo, él le dio
respiración boca a boca, le empujó el pecho, y aplicó todas las técnicas
médicas para este tipo de casos, pero ella no reaccionó.
En aquel momento el Señor empezó a hablarle, y le dijo: “Ora en el nombre de
Jesús”, y comenzó a orar en su mente porque temía que lo escucharan. Luego oyó
al Señor diciéndole: “Ora usando tu voz”, así que pronunció suavemente el
nombre de Jesús, pero nada sucedía.
Finalmente, el Señor le dijo: “mira”, y de inmediato él levantó su voz y lo
dijo en fe: “¡en el nombre de Jesús!” Al instante, esta mujer abrió sus ojos, y
mi discípulo, atónito por lo que había sucedido, le rogaba a aquella dama que
no se levantara hasta cerciorarse de que se encontraba en perfecto estado. En
efecto, fue un gran milagro, despertó como nueva, el Señor la había resucitado.
Pero no todo terminó allí, fue aún mejor, el esposo de aquella mujer se había
marchado del hospital porque pensó que su esposa ya estaba muerta, él no sabía
que había resucitado.
Entonces, recibió una grata llamada, a través de la cual se entera de lo que
sucedió, y decide regresar al hospital; al ver a su esposa completamente sana,
el nombre Dios fue glorificado, esta pareja fue a la iglesia y entregaron sus
vidas por completo al Señor.
ORACIÓN
Amado Jesús, Tú eres el único que puede llenarme del Espíritu Santo. Que hoy
halle gracia delante de Tus ojos y me concedas la plenitud de Tu Espíritu en
todas las áreas de mi vida. Espíritu de Dios, ven y toma Tu lugar en mi
corazón, haz que mi vida sea Tu templo, para que a través de todos mis actos yo
pueda glorificarte. Amén.
DECLARACIÓN
“Mi debilidad Él cambió en poder, y mi espíritu renació cuando recibí al divino
Consolador”.
Fuente : Cesar
Castellanos