Estoy
destrozada, me ha hecho tantas cosas y ya me cansé de perdonar. Quiero cambiar
mi vida, quiero ser feliz y no puedo, solo lloro y lloro. Tengo a mi Dios que
me ha dado tantas cosas. . . salud, una hija preciosa, tengo mi propia casa,
tengo trabajo.
Tengo veintidós años de casada. Tengo una hija
de 10 años a la que amo. Mi esposo me fue infiel hace siete años y desde ahí mi
vida se murió.
Lo perdoné, mi vida mejoró un poco; pero él no
cambió, era muy grosero conmigo y con cualquier pleito nos dejaba. Ahora no
está conmigo desde hace como un año, y tiene otra mujer.
Estoy destrozada, me ha hecho tantas cosas y ya me
cansé de perdonar. Quiero cambiar mi vida, quiero ser feliz y no puedo, solo
lloro y lloro. Tengo a mi Dios que me ha dado tantas cosas. . . salud, una hija
preciosa, tengo mi propia casa, tengo trabajo.
¿Qué más puedo pedir? Le doy gracias a Dios por
eso, pero no puedo salir de esto. Ya me cansé de tomar antidepresivos, quiero
vivir porque me siento desolada.
Quiero salir de este hueco y olvidar a mi esposo,
para poder seguir con mi hija adelante, pero solo pienso en mi esposo y más me
hundo.
—SOLEDAD
SIN PERDÓN, MORIMOS por dentro. Con él, aun cuando
los recuerdos sigan en nuestra mente, al menos, podremos empezar a mirar hacia
adelante.
A pesar del gran amor que tenemos por nuestra
familia, muchas veces, perdonar es difícil. Tal vez nos han tratado mal o han
despreciado nuestro amor y cuidado.
Lo cierto es que debemos perdonar incluso
cuando la otra persona no se arrepienta o no cambie de actitud. Por lo general
buscamos excusas como: «Si tan solo dejara ese estilo de vida (o las drogas o
el licor)», o bien, «Si dejara a ese hombre (o mujer) que parece estarle
succionando la vida».
No obstante, debemos hacerlo a pesar de que no
haya evidencia de cambio alguno. Esto no significa que mantengamos una actitud
pasiva ante el abuso, la humillación o la agresión. Más bien, si perdonamos,
elevamos nuestra dignidad y esta nos permite tener la firmeza necesaria para
parar el abuso.
Lo contrario al perdón es el rechazo. Este casi
siempre trae consigo aislamiento, amargura y un fuerte distanciamiento. Un
joven escribió a sus padres a fin de informarles que se iba a casar con su
prometida, con su consentimiento o sin él.
Puede ser que este joven haya sido bastante terco
e insensible, pero aun así, la carta que recibió de su padre lo dejó sin
aliento. Decía: «No te preocupes por invitarnos a la boda: ya
no tenemos hijo». Esto jamás se debe expresar, porque podríamos lamentarlo por
mucho tiempo (si no, para siempre).
El perdón debe darse a pesar de las heridas
profundas, los sueños frustrados o las promesas rotas. Sin el perdón, no hay
esperanza para la reconciliación con la familia. Es posible que sea difícil
perdonar a alguien que hiere demasiado, pero hacerlo es algo que libera el
camino para la reconciliación.
Hay dos definiciones de perdón que deben tenerse
presente para comprender en qué consiste. Tony Campbell expresó: «El perdón no es un beneficio que le confiero a otra persona, es una
libertad que me doy a mí mismo», y el
doctor Archibald Hart señaló: «Perdonar es renunciar al derecho de herirte
porque me has herido».
Solo cuando en realidad renunciamos a nuestro
derecho de tomar venganza, de señalar y juzgar, hemos perdonado con sinceridad.
Todos debemos luchar por alcanzar esta libertad y, al hacerlo, aumentamos
nuestra capacidad de amar.
Existen personas a las que el perdón se les
dificulta en gran medida. El problema es que se resisten a dejar la ofensa en
el pasado. Es frecuente que estos individuos no puedan reconocer el daño y el
desgaste que sufren por conservar su «orgullo».
La falta de perdón ocasiona que la amargura, el
rencor, el enojo, el dolor y la frustración estén presentes de forma constante;
por eso la persona que se encuentra atada a esos sentimientos negativos no es
libre en sí y, en la medida en que permanezca en esa posición, se deterioran su
salud y su vida emocional.
El perdón no es fácil de comprender. Por lo
general estamos esperando «sentir el deseo» para otorgarlo. Sin embargo, más
allá de sentir, está la decisión de renunciar al derecho que creemos tener de
vengarnos por lo que nos han hecho.
Es optar por ser libres de los sentimientos que se
quedaron atrapados en un pasado distante.
No obstante, a pesar de todos los beneficios que
reconocemos en el perdón, además de que no es fácil de comprender, tampoco es
fácil de otorgar. Se requiere voluntad, decisión y perseverancia para
sostenerlo en el tiempo.
El perdón es un proceso, y la señal más
contundente de que este proceso ha dado su fruto se hará evidente cuando un día
nos sorprendan los recuerdos de lo ocurrido y ya no experimentemos dolor.
Sin lugar a dudas, ante una ofensa, el perdón es
la única forma de amar y restituir lo negativo; porque de lo contrario, no hay
reencuentro y, mucho menos, armonía. El perdón es la única forma de ser libre
de la amargura y del rechazo.
Fuente: .sigueme.net
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