miércoles, 4 de julio de 2018

La Familia Y El Perdón - Sanidad Interior

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Estoy destrozada, me ha hecho tantas cosas y ya me cansé de perdonar. Quiero cambiar mi vida, quiero ser feliz y no puedo, solo lloro y lloro. Tengo a mi Dios que me ha dado tantas cosas. . . salud, una hija preciosa, tengo mi propia casa, tengo trabajo.

Tengo veintidós años de casada. Tengo una hija de 10 años a la que amo. Mi esposo me fue infiel hace siete años y desde ahí mi vida se murió.

Lo perdoné, mi vida mejoró un poco; pero él no cambió, era muy grosero conmigo y con cualquier pleito nos dejaba. Ahora no está conmigo desde hace como un año, y tiene otra mujer.

Estoy destrozada, me ha hecho tantas cosas y ya me cansé de perdonar. Quiero cambiar mi vida, quiero ser feliz y no puedo, solo lloro y lloro. Tengo a mi Dios que me ha dado tantas cosas. . . salud, una hija preciosa, tengo mi propia casa, tengo trabajo.

¿Qué más puedo pedir? Le doy gracias a Dios por eso, pero no puedo salir de esto. Ya me cansé de tomar antidepresivos, quiero vivir porque me siento desolada.

Quiero salir de este hueco y olvidar a mi esposo, para poder seguir con mi hija adelante, pero solo pienso en mi esposo y más me hundo.
—SOLEDAD

SIN PERDÓN, MORIMOS por dentro. Con él, aun cuando los recuerdos sigan en nuestra mente, al menos, podremos empezar a mirar hacia adelante.

A pesar del gran amor que tenemos por nuestra familia, muchas veces, perdonar es difícil. Tal vez nos han tratado mal o han despreciado nuestro amor y cuidado.



Lo cierto es que debemos perdonar incluso cuando la otra persona no se arrepienta o no cambie de actitud. Por lo general buscamos excusas como: «Si tan solo dejara ese estilo de vida (o las drogas o el licor)», o bien, «Si dejara a ese hombre (o mujer) que parece estarle succionando la vida».

No obstante, debemos hacerlo a pesar de que no haya evidencia de cambio alguno. Esto no significa que mantengamos una actitud pasiva ante el abuso, la humillación o la agresión. Más bien, si perdonamos, elevamos nuestra dignidad y esta nos permite tener la firmeza necesaria para parar el abuso.

Lo contrario al perdón es el rechazo. Este casi siempre trae consigo aislamiento, amargura y un fuerte distanciamiento. Un joven escribió a sus padres a fin de informarles que se iba a casar con su prometida, con su consentimiento o sin él.

Puede ser que este joven haya sido bastante terco e insensible, pero aun así, la carta que recibió de su padre lo dejó sin aliento. Decía: «No te preocupes por invitarnos a la boda: ya no tenemos hijo». Esto jamás se debe expresar, porque podríamos lamentarlo por mucho tiempo (si no, para siempre).

El perdón debe darse a pesar de las heridas profundas, los sueños frustrados o las promesas rotas. Sin el perdón, no hay esperanza para la reconciliación con la familia. Es posible que sea difícil perdonar a alguien que hiere demasiado, pero hacerlo es algo que libera el camino para la reconciliación.

Hay dos definiciones de perdón que deben tenerse presente para comprender en qué consiste. Tony Campbell expresó: «El perdón no es un beneficio que le confiero a otra persona, es una libertad que me doy a mí mismo», y el doctor Archibald Hart señaló: «Perdonar es renunciar al derecho de herirte porque me has herido».

Solo cuando en realidad renunciamos a nuestro derecho de tomar venganza, de señalar y juzgar, hemos perdonado con sinceridad. Todos debemos luchar por alcanzar esta libertad y, al hacerlo, aumentamos nuestra capacidad de amar.

Existen personas a las que el perdón se les dificulta en gran medida. El problema es que se resisten a dejar la ofensa en el pasado. Es frecuente que estos individuos no puedan reconocer el daño y el desgaste que sufren por conservar su «orgullo».

La falta de perdón ocasiona que la amargura, el rencor, el enojo, el dolor y la frustración estén presentes de forma constante; por eso la persona que se encuentra atada a esos sentimientos negativos no es libre en sí y, en la medida en que permanezca en esa posición, se deterioran su salud y su vida emocional.

El perdón no es fácil de comprender. Por lo general estamos esperando «sentir el deseo» para otorgarlo. Sin embargo, más allá de sentir, está la decisión de renunciar al derecho que creemos tener de vengarnos por lo que nos han hecho.

Es optar por ser libres de los sentimientos que se quedaron atrapados en un pasado distante.

No obstante, a pesar de todos los beneficios que reconocemos en el perdón, además de que no es fácil de comprender, tampoco es fácil de otorgar. Se requiere voluntad, decisión y perseverancia para sostenerlo en el tiempo.

El perdón es un proceso, y la señal más contundente de que este proceso ha dado su fruto se hará evidente cuando un día nos sorprendan los recuerdos de lo ocurrido y ya no experimentemos dolor.

Sin lugar a dudas, ante una ofensa, el perdón es la única forma de amar y restituir lo negativo; porque de lo contrario, no hay reencuentro y, mucho menos, armonía. El perdón es la única forma de ser libre de la amargura y del rechazo.


Fuente: .sigueme.net

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