El equipo de básketbol de la escuela secundaria
en el que jugaba no estaba logrando una buena temporada, así que un día el
entrenador tuvo una de esas reuniones con el equipo en la que todos los
jugadores estaban en silencio y escuchando. Él insistía continuamente en la
relación que hay entre la actitud del equipo y el registro de victorias y
derrotas. Todavía puedo oír sus palabras: «Muchachos, sus capacidades dicen
"ganen", pero sus actitudes dicen "pierdan"».
Los padres son convocados a la escuela para hablar
acerca de su hijo. ¿El asunto? Timmy, alumno de quinto grado, ha decaído en las
calificaciones y está causando serios problemas entre sus compañeros. Las
pruebas de actitud demuestran que es intelectualmente capaz, sin embargo
fracasa de manera miserable. El maestro opina que tiene una «mala actitud».
El cuerpo pastoral se reúne para tratar el caso de
una miembro de la congregación. En la discusión se oye constantemente la frase:
«Tiene una actitud "terrible"».
Difícilmente pasa un día sin que la palabra
«actitud» entre en una conversación. Se la menciona como motivo de queja o de
cumplido. Podría significar la diferencia entre una promoción o una remoción.
Algunas veces la sentimos, otras la vemos. Sin embargo, es difícil explicarla.
La actitud es un sentimiento interior expresado en la conducta. Es por eso que a la actitud se la ve sin decir una sola
palabra. ¿No hemos visto la cara hundida del malhumorado,
o la mandíbula saliente del decidido? De todas las cosas que usamos, nuestra
expresión es la más importante.
Mi hija Elizabeth ha traído mucha alegría a la
familia, sin embargo su personalidad tiende a veces a ser melancólica. Cuando
se siente así, su cara no expresa felicidad. Mi esposa Margaret le compró una
estatuilla que dice: «Pon una cara feliz». Es un recordatorio de que nuestras
expresiones reflejan nuestros sentimientos interiores.
La Biblia nos enseña que «Jehová no mira lo que
mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón» (1 Samuel 16:7). «Engañoso es el corazón más que todas las
cosas y perverso; ¿quién lo conocerá?» (Jeremías 17:9). Estas declaraciones
expresan nuestra incapacidad para saber con seguridad cuáles son las emociones
que hay dentro de alguien. Pero pese a que no podemos juzgar a otros por su
expresión interior, muchas veces las manifestaciones exteriores son «una
ventana del alma». Una persona que lanza «una mirada que mata», con toda
probabilidad no está cantando en su interior «Algo bueno te va a suceder».
Como la actitud se expresa con frecuencia en nuestro lenguaje corporal y
se nota en la expresión de nuestro rostro, puede ser contagiosa. ¿Han notado lo que sucede
a un grupo de gente cuando una persona, por su expresión, revela una actitud
negativa? O, ¿han notado el estímulo que reciben cuando la expresión facial de
un amigo muestra amor y aceptación?
La presencia de David y la música que tocaba
alegró a un atormentado rey Saúl. La Biblia nos dice que: «El Espíritu de Jehová
se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová» ( 1
Samuel 16:14 ). Se les dijo a sus siervos que buscaran a alguien que pudiera
elevar el espíritu del gobernante. Trajeron a David al palacio y Saúl «le amó
mucho[...] Y Saúl envió a decir a Isaí: Yo te ruego que esté David conmigo pues
ha hallado gracia en mis ojos. Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía
sobre Saúl, David tomaba el arpa y tocaba con su mano; y Saúl tenía alivio y
estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él» (vv. 21-23 ).
A veces la actitud puede simularse exteriormente
engañando a los demás. Pero por lo general este fingimiento no dura mucho. La actitud siempre trata de aflorar.
Mi padre disfruta contando la historia del niño de
cuatro años a quien le dio una rabieta. Después de reprenderle su madre le
dijo: «Hijo, ¡ve a esa silla y siéntate, ahora mismo!» El pequeño fue a la
silla, se sentó y dijo: «Mamá, estoy sentado en la silla por fuera, pero estoy
de pie por dentro».
El sicólogo y filósofo James Allen, dice: «Una
persona no puede viajar interiormente y permanecer quieta exteriormente».
Pronto, lo que sucede dentro de
nosotros afectará a lo que sucede afuera. Una
actitud dura es una enfermedad terrible. Produce una mente cerrada y un futuro
oscuro. Cuando la actitud es positiva y conduce al crecimiento, la mente se
expande y comienza el progreso.
Por: John Maxwell