jueves, 7 de junio de 2018

En Busca de la Pareja Adecuada – Reflexión

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¿Qué cualidades considera usted más importantes en el hombre de sus sueños? ¿Qué clase de persona cree usted que sería un buen amante? Algunos de nosotros nos ponemos francamente exigentes cuando se trata de la persona que habrá de hacernos supues­tamente felices.

 

¿Qué cualidades considera usted más importantes en el hombre de sus sueños? ¿Qué clase de persona cree usted que sería un buen amante?

Un estudio llevado a cabo por la revista Family Journal reveló que para muchas mujeres modernas la sen­sibilidad encabeza la lista de cualidades. El hombre "macho" es considerado en realidad por la mayoría de las mujeres que respondieron a una encuesta, como un riesgo que no vale la pena correrse.

Algunos de nosotros nos ponemos francamente exigentes cuando se trata de la persona que habrá de hacernos supues­tamente felices. En una conferencia para personas solteras ce­lebrada en Portland, Oregón, una mujer aparentemente pró­xima a los treinta años se me acercó y me dijo: —Señor McDowell, déjeme enseñarle cual es el de tipo de hombre con el que me quiero casar.

Luego, con un ademán desdobló una lista de 49 caracterís­ticas que buscaba en un hombre.

—Señorita —ledije examinando su lista—, usted no quiere un marido, sino a Jesús.

Sin embargo, no son sólo las mujeres quienes hacen listas de lo que están buscando. En la universidad de Washington se me acercó un estudiante de segundo año, quien abriendo de repente su diario, me dijo: —Permítame mostrarle el tipo de mujer con que deseo casarme.

De las catorce cualidades que había en su lista sólo recuerdo las de fidelidad y confiabilidad.

Esta vez hice un planteamiento distinto:

—Déjame formularte una pregunta —dije—: ¿Cuál es tu puntuación en esas catorce características?
— ¿Qué quiere decir? —inquirió.
—Quiero decir si las cualidades que buscas en una esposa pueden encontrarse en tu propia vida.
Vi que lo había hecho pensar.
—Mira —continué—, en el matrimonio lo más importante no es encontrar la persona adecuada, sino ser la persona ade­cuada. Si quieres casarte con una reina tienes que ser un rey; y si deseas una buena amante, eso es lo que has de ser tú mismo.

Descubrir el secreto de amar es bastante parecido a estar buscando tus propios lentes y darte cuenta de que los tienes puestos; o tratar de encontrar tu llavero y ver que lo tienes en la mano. La mayoría de nosotros buscamos y buscamos a la persona adecuada, mientras que la clave está en ser la persona adecuada. Hay muchos por ahí fuera buscando, cuando lo que deberían estar haciendo es esforzarse para llegar a ser la clase adecuada de persona.

Pero ¿cómo podemos llegar a ser la persona adecuada? Pri­meramente resulta importante que reconozcamos que nuestra vida de amor siempre será un reflejo de las cualidades de nues­tro carácter.

Usted se convierte en la medida

Cuando alguien comenta: "Por aquí no hay buenos hombres o mujeres", yo siempre respondo: "Tal vez el problema tenga que ver con usted, y no con una escasez de hombres o mujeres adecuados." Admito que ésta puede ser una medicina más bien fuerte para algunos; pero el hecho es que los buenos hombres y las buenas mujeres orientan sus pasos hacia otros buenos hombres y mujeres.

Reforzando esta afirmación, dos sociólogos —los doctores Evelyn Duvall y Reuben Hill— escriben:

¿Qué lleva usted consigo al matrimonio? ¿Un vestuario nuevo? ¿Unos ahorros en el banco? ¿Algunos muebles que ha here­dado? ¿Uno o dos parientes a su cargo? ¿Un buen trabajo y perspectivas de ascenso? Sean cuales sean sus bienes o sus obligaciones, hay algo aún más importante que todo eso: usted mismo como persona, su forma de actuar con la gente y sus actitudes.

 


El tipo de matrimonio que uno consigue, depende de la clase de persona que es. Si se trata de un individuo feliz y bien ajus­tado, hay muchas probabilidades de que su matrimonio sea también feliz. Si hasta ahora usted ha llevado a cabo sus ajus­tes con más satisfacción que congoja, es muy posible que realice satisfactoriamente también sus ajustes matrimoniales y fa­miliares. Si usted está descontento y amargado con la suerte que le ha tocado en la vida, necesitará cambiar, al objeto de poder vivir feliz de allí en adelante.

Duvall y Hill terminan diciendo que se ha culpado de gran parte de la infelicidad en los matrimonios al hecho de haber escogido la pareja equivocada, a los problemas económicos, al mal ajuste sexual o a la religión; pero que en realidad dicha infelicidad proviene de lo que uno ha llevado consigo al matri­monio. Estos sociólogos subrayan la necesidad que hay de llegar al matrimonio "preparados para significarle mucho a la persona elegida.

El éxito de su relación matrimonial —siguen di­ciendo— depende de si usted aporta a la unión el hábito de la felicidad y la capacidad de amar y ser amado. Estos atributos de una personalidad emocionalmente madura es la mejor dote que se puede llevar al matrimonio".

Esto mismo se recalca en el libro Your Life Together (Su vida juntos), de Elof Nelson. Allí se dice: "El éxito en el matrimonio supone mucho más que encontrar la persona adecuada. Es de una importancia aún mayor que uno mismo sea la persona de­bida. He descubierto que los jóvenes a quienes aconsejo, están buscando la pareja perfecta sin preocuparse demasiado acerca de la persona que se va a llevar su cónyuge."

Si usted quiere casarse con alguien fuera de serie, usted mismo ha de ser uno fuera de serie; y el proceso para discernir las áreas personales que necesita mejorar es sencillo: haga una lista de las cualidades que busca en su cónyuge, y luego mídase por cada una de ellas.

El matrimonio no puede ser más que un compromiso de dar y recibir; usted debe estar dispuesto a dar aquello mismo que desea que le den. Como bien lo dijo un terapeuta:"Hay dos cosas que pueden hacer infeliz un matrimonio: ¡el hombre y la mujer!"

El merecimiento de lo que uno recibe

Recibimos lo que nos merecemos. Aunque un poco exage­rada con objeto de subrayarla, la descripción4 que hace el autor Bob Phillips del contraste entre lo que buscamos y lo que ha­llamos no es tan desatinada.

La esposa ideal lo que todo hombre espera

• Siempre guapa y alegre. Podría haberse casado con un astro de la pantalla, pero sólo le quería a usted. Sus cabellos jamás necesitan rulos ni salones de belleza.
• Una belleza que no se deshace cuando llueve. Jamás se pone enferma —únicamente es alérgica a las joyas y a los abrigos de pieles.
• Experta en cocinar, en limpiar la casa, en reparar el auto­móvil o el televisor, en pintar paredes y en estar callada.
• Sus pasatiempos favoritos son: cortar el césped y quitar la nieve de la entrada.
• Aborrece las tarjetas de crédito.
• Su expresión favorita es: "¿Qué puedo hacer por ti, querido?"
• Piensa que usted tiene el cerebro de Einstein y el aspecto de Míster Universo.
• Le gustaría que saliera usted con los amigos para así poder dedicarse un poco a la costura.
• Lo quiere a usted por lo 'sexy' que es.
Lo que recibe
• Habla 140 palabras por minuto con ráfagas de hasta 180.
• En cierta ocasión sirvió de modelo para un tótem.
• Comedora ligera —¡no hay más rápida que ella!
• Donde hay humo allí está e l l a . . . ¡cocinando!
• Le hace saber que usted sólo tiene dos faltas: todo cuanto dice y todo cuanto hace.
• Haga lo que les haga, sus cabellos parecen una explosión en una fábrica de virutas de acero.
• Si se pierde usted, abra la billetera que ella lo encontrará enseguida.

EL MARIDO IDEAL
Lo que toda mujer espera

- Un brillante conversador.
-Un hombre de gran sensibilidad: amable, comprensivo . . . verdaderamente amoroso.
-Alguien muy trabajador.
- Un hombre que ayuda en casa fregando los platos, lim­piando los pisos y cuidando del jardín.
- Ayuda a su esposa con la educación de los hijos.
- Alguien con fortaleza emocional y física.
- Inteligente como Einstein pero guapo como Julio Iglesias.

Lo que recibe

- Siempre la lleva a los mejores restaurantes (algún día quizá incluso la haga entrar).
- No tiene úlceras —las produce.
- Siempre que tiene una idea la dice en cuatro palabras.
- Se lo considera un trabajador prodigioso —supone un pro­digio que trabaje.
- Mantiene a su esposa como ella estaba acostumbrada —la deja que conserve su empleo.
- Es tan aburrido que incluso la aburre hasta más no poder cuando le hace un cumplido.
- Tiene momentos ocasionales de silencio que hacen brillante su conversación.

Como es natural usted ha captado la idea. La regla de oro para conseguir un matrimonio feliz podría formularse como si­gue: "Desarrolla previamente tú mismo(a) las cualidades que deseas que tenga tu cónyuge."

El formar una relación matrimonial solícita, amante y sa­tisfactoria lleva tiempo y esfuerzo —de hecho el proceso durará toda la vida. Simplemente se requiere un verdadero empeño para transformar los patrones de conducta egoísta adquiridos durante el noviazgo, en la clase de amor desinteresado que sus­tenta un buen matrimonio.

Tenga presente dos preguntas: (1) ¿Qué tipo de persona debo ser yo?; y (2) ¿Qué cualidades necesito incorporar a mi vida para trabajar por un amor, un matrimonio y una relación sexual satisfactorios? Cier­tamente el punto de partida es tener un buen concepto de sí mismo; veamos lo saludable que es el suyo.

Tomado del Libro: El Secreto de Amar
Autor: Josh McDowell
Editorial: Grupo Nelson

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