Muchos matrimonios llegan a una etapa en la que
se sienten estancados y atrapados por la rutina. Verdaderamente, los afanes, las responsabilidades y
ocupaciones de la vida diaria nos pueden arrastrar a ese estancamiento en
nuestra relación matrimonial. Este estancamiento es uno de los factores que, en
ocasiones lleva a las parejas a considerar el divorcio
Es un hecho que la cantidad de personas que se
divorcian está en un nivel muy alto. Demasiadas personas han tenido que pasar
por el dolor de un divorcio. Y muchos confiesan que fue uno de los procesos más
difíciles que han tenido que atravesar en sus vidas. Es tanto así, que muchas
personas (luego del divorcio) desarrollan una apatía por el matrimonio.
Sin embargo, el matrimonio fue establecido por
Dios para proveer al hombre la oportunidad de relacionarse y multiplicar Su
amor (Génesis 1:27-28). El matrimonio es una gran aventura en la cual vas
conociendo a tu cónyuge más profundamente con el paso de los años. El Señor, a
través del matrimonio, te da la bendición y la oportunidad de compartir la vida
con tu cónyuge en una relación saludable, en la cual tanto el esposo como la
esposa están comprometidos en satisfacer las necesidades el uno al otro (1
Corintios 13:5).
Lamentablemente, el matrimonio es visto en general
por nuestra sociedad, como un "mal" necesario en vez de algo
enriquecedor. Todos hemos escuchado de padres que han dicho a sus hijas:
"si no te va bien el matrimonio, no te preocupes, siempre las puertas de
nuestra casa estarán abiertas para ti" o "estudia, por si acaso
tienes que divorciarte". No hay nada de malo en apoyar a una hija que está
pasando por un momento difícil, pero no debemos hablar de manera que anticipe
el fracaso matrimonial. De igual manera, no está mal decirle a tu hija que estudie,
pero la razón de estudiar no debe ser anticipando un divorcio, sino para
mejoramiento profesional.
En general, nuestra forma de vivir determina
grandemente lo que conocemos sobre relaciones. Personas que trabajan largas
horas en alguna empresa, tendrán dificultad para mantener influencia sobre su
cónyuge y sobre sus hijos debido al poco tiempo que pasan con ellos. Cada vez
son más las mujeres que pierden las esperanzas, que optan por el divorcio o la
infidelidad, a causa de la ausencia constante del esposo. Podemos observar que
un hombre que pasa largas horas en su lugar de empleo tendrá más influencia
sobre personas en su trabajo. Es por esto que ocurren tantos casos de
infidelidad en los trabajos.
Adicional a esto, la falta de conocimiento sobre
las diferencias básicas entre el hombre y la mujer puede provocar problemas en
el matrimonio. La mujer necesita sentirse
amada y valorada; el hombre
necesita sentirse respetado y admirado (Efesios 5:33). Cuando una pareja
matrimonial desconoce esa dinámica, incurren en conductas en las que la mujer
no se siente amada y el hombre siente que su esposa no lo respeta. Pero, cuando
logras comprender que las diferencias entre el hombre y la mujer fueron
diseñadas por Dios a propósito y con propósito, verás que tu cónyuge y tú
pueden complementarse y disfrutar de una relación armoniosa.
Todos hemos escuchado el dicho: “Si quieres ver
resultados distintos, debes hacer cosas distintas.” Pero, aparte de parecernos
interesante o estar de acuerdo con el mismo, ¿nos motivamos a hacer algo
distinto? ¿Nos damos cuenta de que podemos aplicar esta verdad a nuestras
relaciones?
Si realmente queremos hacer una diferencia en
nuestro matrimonio, es necesario salir de la rutina y dejar
de hacer todo exactamente de la misma forma. Así que, ¿por qué no comenzamos a
disfrutar de esta gran aventura llamada matrimonio?
Decídete a hacer algo distinto junto a tu
esposa(o), aunque sea una vez al mes. Por ejemplo, llévale el desayuno a la
cama un sábado en la mañana, invítala a salir solos a dar una caminata por la
playa, lean juntos un libro para crecer como matrimonio, vayan a pescar al
lago… Son muchas las cosas que se pueden hacer evitar el estancamiento en el
matrimonio.
Recuerda, no tienes que hacer una gran hazaña o
gastar una gran cantidad de dinero. Los detalles sencillos pueden rendir
grandes resultados cuando se trata de relaciones. Así que, anímate a hacer la
diferencia en tu matrimonio y vive la gran aventura que Dios preparó para ti.
Recuerda, el divorcio se puede prevenir cuando
somos intencionales, es decir, cuando tomamos las decisiones y acciones
necesarias para fomentar el bienestar del matrimonio. Esa es la diferencia que
estamos llamados a hacer en medio de nuestra sociedad plagada por la crisis
familiar (Romanos 12:2).
Fuente: sitiodeesperanza.com
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