Elías tiene algo que
enseñarnos en cuanto a las relaciones con nuestro prójimo. Algunos huéspedes
son fáciles de atender. Otros… no tanto. Es presumible que Elías no fuera
caprichoso en cuanto a sus comidas, ni exigiera privilegios especiales en la
casa… pero aún así este asunto no ha de haber sido muy divertido”.
Porque Elías era un hombre de voluntad fuerte,
consagrado a los intereses del Señor, probablemente muy serio.
Cuando la enfermedad entró en la casa, la viuda
pensó en Elías, su vasto poder espiritual, su extraña intimidad con Dios.
Siempre la había asustado un poco. Ahora lo acusa (18).
El severo profeta se preocupa de ella. ¿Oramos
nosotros alguna vez, aun por nuestro amigo más íntimo, con la pasión que Elías
puso en su oración por su anfitriona pagana y su hijo (20)?
Acab y Jezabel se hubieran asombrado de ver a
Elías estirado sobre el cuerpo de un conciudadano de Jezabel (21).
Todo terminó bien. De su cuarto en la azotea
descendieron (19-23) Elías y el niño. No sólo la mujer recuperó a su hijo sino
que llegó a confiar en Elías – y en Dios – de una manera nueva y real (24).
¿Qué sucede con nuestros amigos no cristianos?
¿Tal vez somos cristianos pero somos iguales a ellos en todo sentido? ¿Saben
que nosotros estamos más cerca de Dios que ellos? ¿Pueden llegar a ellos las
bendiciones del Señor por nuestro intermedio? Elías tiene algo que enseñarnos
en cuanto a las relaciones con nuestro prójimo.
Para pensar. La viuda sabía que Elías era un
hombre de Dios (24). ¿Qué demuestra ese reconocimiento en una mujer extranjera?
Para orar. Señor, concede a tu pueblo oído abierto
para escuchar tu clara voz, ojos abiertos para ver cómo estás actuando en el
mundo, mente abierta para recibir los dictados de tu Palabra, y sobre todo, haz
que la vida toda de cada uno pueda ser de beneficio para los demás.
Fuente: sigueme.net
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