lunes, 26 de marzo de 2018

Consejos De Una Madre Piadosa - Reflexión

Mama con su niña en brazos al aire libre

Margaret Taylor da una palabra de ánimo a las esposas y madres jóvenes. Margaret Taylor, la esposa de Ken Taylor, el traductor de la La Biblia al Día, es la madre de 10 hijos, abuela de 28 nietos, y bisabuela de (hasta ahora) 22 bisnietos.



Ella no tuvo un auto sino hasta que le nació su quinto hijo. Ni una lavadora. Y, a pesar de la llegada de la muy apreciada lavadora, no había secadoras, por lo que colgaba la ropa lavada en el patio, que se congelaba en los inviernos de Illinois. 


Margaret Taylor, la esposa de Ken Taylor, el traductor de la La Biblia al Día, es la madre de 10 hijos, abuela de 28 nietos, y bisabuela de (hasta ahora) 22 bisnietos. Práctica, ingeniosa y dirigida por el Espíritu, Margaret es justamente la “anciana” adecuada para responder la pregunta que se encuentra en Tito 2:3 “?¿Qué pudiera decirles a las mujeres jóvenes, que las anime a ser esposas, madres y cristianas piadosas?” 

Sea una ayudadora. Cuando se le pregunta cómo ayuda a un esposo en su trabajo, ella responde: “Creo que fallé en esa área. Bueno, yo no dejaba que los niños lo molestaran cuando él estaba trabajando. Pero en cuanto a estímulo personal, yo era escasa en palabras como: “Sé lo que estás haciendo para ayudar a mucha gente”. Ella ofrece este recordatorio: “Todo el mundo necesita estímulo, incluso los hombres que parecieran ser autosuficientes, dinámicos y ambiciosos. Ellos necesitan palabras cariñosas. 

Consígase una mecedora. Hubo un momento en que los Taylor tuvieron cinco hijos en edad preescolar, de los cuales tres usaban pañales. Margaret recuerda la primavera cuando a todos cinco les dio sarampión: “!Eso puso a prueba mis habilidades como enfermera! No teníamos una mecedora para mecer siquiera a uno de los niños enfermos. Si yo volviera a nacer y no pudiera comprar una mecedora, suplicaría que me regalaran o me prestaran una. Los bebés y las mecedoras armonizan de manera natural con las canciones de cuna. Yo siempre tuve que crear mi propio movimiento de mecedora sentándome en el extremo de una silla. Pero no es lo mismo”. 

Coman juntos. Muchas familias hoy tienen dificultades para sentarse a comer juntos, aunque sea una vez a la semana. Margaret considera inquietante esta tendencia. “Nosotros cenábamos juntos todas las noches de la semana”, dice, “¡y también desayunábamos y almorzábamos juntos!”. 

Las comidas eran comidas de verdad; había un comienzo y un final para cada comida. Uno se sentaba y oraba antes de tomar los alimentos”. Lo que ella ve que está sucediendo hoy en día, es que la madre que tiene hijos en edad preescolar les prepara su comida, “pero no sienta a comer con ellos. Lo que hace es comer un sándwich de pie”. 

Margaret ve a las comidas como una experiencia que sirve de unión, y eso explica las frecuentes reuniones que tenían los Taylor. Toda la familia se reúne tradicionalmente cada diciembre. Hace un par de años, 54 personas tuvieron la cena de Navidad en su casa. 

Y ésa fue la tercera gran reunión que tuvieron en un lapso de nueve meses, en la que participaron miembros de la familia procedentes de Oregon, California, Idaho, Georgia, Delaware y Washington D. C., como también de los cercanos estados de Indiana e Illinois. 

Manténgase conectada con Dios. No es fácil para una madre encontrar tiempo para sí misma, pero con diez hijos la lucha es mayor. Margaret exclama: “!Ya estaba cansada de tanto oír hablar de Susana Wesley!” Pero en los días que le resultaba imposible tener un tiempo a solas con Dios, se las arreglaba para mantenerse conectada espiritualmente: “Teníamos nuestro culto familiar fielmente, todas las noches. Leíamos la Biblia, orábamos y cantábamos”. Ella recomienda no hacer excesivamente largo este culto, especialmente cuando los hijos se hacen mayores, sino mantenerlo interesante, agradable y constante. 

Asigne tareas de manera apropiada, no excesiva. Entre el trabajo en el patio de la casa y las faenas de la cocina, había muchas tareas para todos los niños de la familia Taylor. La chica mayor de la casa tenía la mayor responsabilidad por los trabajos de puertas adentro, y cada uno de ellos demostraba ser muy capaz en lo que se les asignaba. 

Margaret habla del viaje de dos semanas que hicieron ella y Ken. Dejaron todos los hijos (de edades comprendidas entre 3 y 14 años) bajo su cuidado. En el mundo de hoy, confiar esa responsabilidad a una hija de 17 años puede parecer muy valiente. 

Margaret contesta: “!O una temeridad! Pero el punto es que [los niños] no se sintieron abandonados. Pudieron ocuparse de sus responsabilidades mientras nosotros nos encontrábamos ausentes. Sólo hace poco me encontré con las cartas que los niños nos escribieron cuando nos hallábamos lejos: ‘No se preocupen. Estamos bien. Mary Lee y Allison tienen varicela’. Ellos se estaban ocupando tranquilamente del asunto”. 

Pero Margaret aprendió una lección importante al observar a una persona conocida, de lo que ella llama “una familia grande” (15 personas). Esa joven mujer tomó la decisión de no tener hijos propios porque ella ya había “tenido suficientes bebés”. 

Margaret lo explica: “Su madre le había dado, tal vez involuntariamente, más trabajo de la cuenta. Por tanto, decidí hacer lo contrario, pidiendo a mis hijas que me ayudaran a hacer la ensalada o alguna otra cosa (en vez de estarlas ocupando siempre en el cuidado de los más pequeños). Los bebés se vuelven más irritables una hora antes de la comida. Por eso, razoné que se trataba de mi bebé, no del bebé de mi hija”. 

Enseñe el manejo responsable del dinero. Margaret escribió que a manejar el dinero “es mucho más efectivo cuando el dinero se gana, en vez de recibirse como una asignación”. Sus hijos tuvieron trabajos como distribución de periódicos y corte de césped, pero fueron más conocidos por la venta de huevos. 

Utilizando una vieja carretilla de cuatro ruedas, repartían huevos frescos que Margaret compraba en una granja del lugar. Los beneficios eran muchos: se volvieron expertos en el manejo del dinero; aprendieron cómo manejar una “compañía”; y el beneficio del diez por ciento por docena les sirvió para pagar muchas estadías en campamentos de verano. 

“Gran parte de nuestra actitud en cuanto al dinero”, explica Margaret, “surge de la manera como fuimos criados y de cómo vimos a nuestros padres manejar el dinero. Pero hoy estamos [tan] influenciados por los medios de comunicación y por la publicidad, que todos quieren comenzar la vida de casados teniendo todas las cosas que sus padres han obtenido por más de veinticinco o treinta años.

Eso no es lógico”. Aunque reconoce que el consejo no es popular, especialmente por la facilidad del crédito, ella recomienda: “No adquiera nada hasta que pueda pagarlo de contado”. 

¿A quién le hace falta la TV? Margaret da otra recomendación que ella cree que pocos seguirán: “Nosotros nunca hemos tenido televisión, y recomendaríamos no tenerla. Pero entendemos que esto va a caer en oídos sordos”, dice riendo. 

Sus hijos, evidentemente, no sintieron que la necesitaban; varios de ellos han optado por no tener un televisor en sus hogares. Margaret agrega: “Los programas realmente buenos son muy pocos y tienen tanta publicidad que ésta parece pesar más que lo bueno. No siento en absoluto que nos estamos privando de algo”. 

En su lugar, recomienda el pasatiempo favorito de su familia: la lectura. Aunque no dedica tanto tiempo en la lectura a sus niños como lo hacía su madre, hizo lo más que pudo, y comenta: “Nuestros niños lo recuerdan con placer”. 

¡Planifique! Por haber dejado de manejar hace poco, Margaret debe planificar con anticipación las diligencias en la calle. Los martes, una amiga la lleva a una tienda de reventa donde las dos mujeres sirven como voluntarias. 

Ella termina media hora antes que la conductora, y pasa esos treinta minutos en el supermercado que está junto a la tienda. Sin embargo, esa práctica no es nueva. Hace años, con cinco niños y sin carro, Margaret tenía que planificar muy bien sus compras del día sábado. “Tenía que tener cuidado de no comprar más de lo que pudiera llevar el trayecto de una milla en dos bolsas, por lo que no podía comprar azúcar, harina y manteca la misma semana. 

Y una nunca decía: ‘Ay, me falta tal cosa’, para correr a buscarla en la tienda”. También aprendió a utilizar alimentos que requerían menos frecuencia de reabastecimiento. “Yo le tengo más confianza a los alimentos enlatados que a los congelados. Y no consumimos muchas carnes”. 

¡Memorice las escrituras! Finalmente, Margaret aborda el tema que esperaba tratar: cómo ayudar a los niños a asimilar la Palabra de Dios. De hecho, La Biblia al Día surgió de la idea que tuvo su esposo de parafrasear los pasajes de la Biblia para que los niños pudieran entenderlos fácilmente. 

“Pero no enfatizamos la memorización de las Escrituras”, dice ella. “Esto fue casi increíble. Nuestro nieto y su esposa tienen cinco niños de 9, 8, 6, 4 y 1 años. Ellos memorizaron Isaías 53, y lo nos lo recitaron en los días navideños”. 

Ella señala que no esperaban que los dos más pequeños lo memorizaran, ¡pero el de cuatro años aprendió el pasaje de tanto oírlo repetir a la familia! Margaret comprende que los niños “no lo entienden necesariamente”, a estas alturas, pero ella dice que eso no importa con tal de que los versículos se les graben. Ella sabe que “después ellos los entenderán y estarán agradecidos”. 

Al pedirle que resumiera para las jóvenes mamás los beneficios de la memorización de las Escrituras, Margaret responde con uno de los versículos que ha memorizado, el salmo 119:11: En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”. 

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