Margaret
Taylor da una palabra de ánimo a las esposas y madres jóvenes. Margaret Taylor,
la esposa de Ken Taylor, el traductor de la La Biblia al Día, es la madre de 10
hijos, abuela de 28 nietos, y bisabuela de (hasta ahora) 22 bisnietos.
Ella no tuvo un auto sino hasta que le nació su
quinto hijo. Ni una lavadora. Y, a pesar de la llegada de la muy apreciada
lavadora, no había secadoras, por lo que colgaba la ropa lavada en el patio,
que se congelaba en los inviernos de Illinois.
Margaret Taylor, la esposa de Ken Taylor, el traductor
de la La Biblia al Día, es la madre de 10 hijos, abuela de 28 nietos, y
bisabuela de (hasta ahora) 22 bisnietos. Práctica, ingeniosa y dirigida por el
Espíritu, Margaret es justamente la “anciana” adecuada para responder la
pregunta que se encuentra en Tito 2:3 “?¿Qué pudiera decirles a las mujeres
jóvenes, que las anime a ser esposas, madres y cristianas piadosas?”
Sea una ayudadora. Cuando se le pregunta cómo
ayuda a un esposo en su trabajo, ella responde: “Creo que fallé en esa área.
Bueno, yo no dejaba que los niños lo molestaran cuando él estaba trabajando.
Pero en cuanto a estímulo personal, yo era escasa en palabras como: “Sé lo que
estás haciendo para ayudar a mucha gente”. Ella ofrece este recordatorio: “Todo
el mundo necesita estímulo, incluso los hombres que parecieran ser
autosuficientes, dinámicos y ambiciosos. Ellos necesitan palabras cariñosas.
Consígase una mecedora. Hubo un momento en que los
Taylor tuvieron cinco hijos en edad preescolar, de los cuales tres usaban
pañales. Margaret recuerda la primavera cuando a todos cinco les dio sarampión:
“!Eso puso a prueba mis habilidades como enfermera! No teníamos una mecedora
para mecer siquiera a uno de los niños enfermos. Si yo volviera a nacer y no
pudiera comprar una mecedora, suplicaría que me regalaran o me prestaran una.
Los bebés y las mecedoras armonizan de manera natural con las canciones de
cuna. Yo siempre tuve que crear mi propio movimiento de mecedora sentándome en
el extremo de una silla. Pero no es lo mismo”.
Coman juntos. Muchas familias hoy tienen
dificultades para sentarse a comer juntos, aunque sea una vez a la semana.
Margaret considera inquietante esta tendencia. “Nosotros cenábamos juntos todas
las noches de la semana”, dice, “¡y también desayunábamos y almorzábamos
juntos!”.
Las comidas eran comidas de verdad; había un
comienzo y un final para cada comida. Uno se sentaba y oraba antes de tomar los
alimentos”. Lo que ella ve que está sucediendo hoy en día, es que la madre que
tiene hijos en edad preescolar les prepara su comida, “pero no sienta a comer
con ellos. Lo que hace es comer un sándwich de pie”.
Margaret ve a las comidas como una experiencia que
sirve de unión, y eso explica las frecuentes reuniones que tenían los Taylor.
Toda la familia se reúne tradicionalmente cada diciembre. Hace un par de años,
54 personas tuvieron la cena de Navidad en su casa.
Y ésa fue la tercera gran reunión que tuvieron en
un lapso de nueve meses, en la que participaron miembros de la familia
procedentes de Oregon, California, Idaho, Georgia, Delaware y Washington D. C.,
como también de los cercanos estados de Indiana e Illinois.
Manténgase conectada con Dios. No es fácil para
una madre encontrar tiempo para sí misma, pero con diez hijos la lucha es
mayor. Margaret exclama: “!Ya estaba cansada de tanto oír hablar de Susana
Wesley!” Pero en los días que le resultaba imposible tener un tiempo a solas
con Dios, se las arreglaba para mantenerse conectada espiritualmente: “Teníamos
nuestro culto familiar fielmente, todas las noches. Leíamos la Biblia, orábamos
y cantábamos”. Ella recomienda no hacer excesivamente largo este culto,
especialmente cuando los hijos se hacen mayores, sino mantenerlo interesante,
agradable y constante.
Asigne tareas de manera apropiada, no excesiva.
Entre el trabajo en el patio de la casa y las faenas de la cocina, había muchas
tareas para todos los niños de la familia Taylor. La chica mayor de la casa
tenía la mayor responsabilidad por los trabajos de puertas adentro, y cada uno
de ellos demostraba ser muy capaz en lo que se les asignaba.
Margaret habla del viaje de dos semanas que
hicieron ella y Ken. Dejaron todos los hijos (de edades comprendidas entre 3 y
14 años) bajo su cuidado. En el mundo de hoy, confiar esa responsabilidad a una
hija de 17 años puede parecer muy valiente.
Margaret contesta: “!O una temeridad! Pero el
punto es que [los niños] no se sintieron abandonados. Pudieron ocuparse de sus
responsabilidades mientras nosotros nos encontrábamos ausentes. Sólo hace poco
me encontré con las cartas que los niños nos escribieron cuando nos hallábamos
lejos: ‘No se preocupen. Estamos bien. Mary Lee y Allison tienen varicela’.
Ellos se estaban ocupando tranquilamente del asunto”.
Pero Margaret aprendió una lección importante al
observar a una persona conocida, de lo que ella llama “una familia grande” (15
personas). Esa joven mujer tomó la decisión de no tener hijos propios porque
ella ya había “tenido suficientes bebés”.
Margaret lo explica: “Su madre le había dado, tal
vez involuntariamente, más trabajo de la cuenta. Por tanto, decidí hacer lo
contrario, pidiendo a mis hijas que me ayudaran a hacer la ensalada o alguna
otra cosa (en vez de estarlas ocupando siempre en el cuidado de los más
pequeños). Los bebés se vuelven más irritables una hora antes de la comida. Por
eso, razoné que se trataba de mi bebé, no del bebé de mi hija”.
Enseñe el manejo responsable del dinero. Margaret
escribió que a manejar el dinero “es mucho más efectivo cuando el dinero se
gana, en vez de recibirse como una asignación”. Sus hijos tuvieron trabajos
como distribución de periódicos y corte de césped, pero fueron más conocidos
por la venta de huevos.
Utilizando una vieja carretilla de cuatro ruedas,
repartían huevos frescos que Margaret compraba en una granja del lugar. Los
beneficios eran muchos: se volvieron expertos en el manejo del dinero;
aprendieron cómo manejar una “compañía”; y el beneficio del diez por ciento por
docena les sirvió para pagar muchas estadías en campamentos de verano.
“Gran parte de nuestra actitud en cuanto al
dinero”, explica Margaret, “surge de la manera como fuimos criados y de cómo
vimos a nuestros padres manejar el dinero. Pero hoy estamos [tan] influenciados
por los medios de comunicación y por la publicidad, que todos quieren comenzar
la vida de casados teniendo todas las cosas que sus padres han obtenido por más
de veinticinco o treinta años.
Eso no es lógico”. Aunque reconoce que el consejo
no es popular, especialmente por la facilidad del crédito, ella recomienda: “No
adquiera nada hasta que pueda pagarlo de contado”.
¿A quién le hace falta la TV? Margaret da otra
recomendación que ella cree que pocos seguirán: “Nosotros nunca hemos tenido
televisión, y recomendaríamos no tenerla. Pero entendemos que esto va a caer en
oídos sordos”, dice riendo.
Sus hijos, evidentemente, no sintieron que la
necesitaban; varios de ellos han optado por no tener un televisor en sus
hogares. Margaret agrega: “Los programas realmente buenos son muy pocos y
tienen tanta publicidad que ésta parece pesar más que lo bueno. No siento en
absoluto que nos estamos privando de algo”.
En su lugar, recomienda el pasatiempo favorito de
su familia: la lectura. Aunque no dedica tanto tiempo en la lectura a sus niños
como lo hacía su madre, hizo lo más que pudo, y comenta: “Nuestros niños lo
recuerdan con placer”.
¡Planifique! Por haber dejado de manejar hace poco,
Margaret debe planificar con anticipación las diligencias en la calle. Los
martes, una amiga la lleva a una tienda de reventa donde las dos mujeres sirven
como voluntarias.
Ella termina media hora antes que la conductora, y
pasa esos treinta minutos en el supermercado que está junto a la tienda. Sin
embargo, esa práctica no es nueva. Hace años, con cinco niños y sin carro,
Margaret tenía que planificar muy bien sus compras del día sábado. “Tenía que
tener cuidado de no comprar más de lo que pudiera llevar el trayecto de una
milla en dos bolsas, por lo que no podía comprar azúcar, harina y manteca la
misma semana.
Y una nunca decía: ‘Ay, me falta tal cosa’, para
correr a buscarla en la tienda”. También aprendió a utilizar alimentos que
requerían menos frecuencia de reabastecimiento. “Yo le tengo más confianza a
los alimentos enlatados que a los congelados. Y no consumimos muchas carnes”.
¡Memorice las escrituras! Finalmente, Margaret
aborda el tema que esperaba tratar: cómo ayudar a los niños a asimilar la
Palabra de Dios. De hecho, La Biblia al Día surgió de la idea que tuvo su
esposo de parafrasear los pasajes de la Biblia para que los niños pudieran
entenderlos fácilmente.
“Pero no enfatizamos la memorización de las
Escrituras”, dice ella. “Esto fue casi increíble. Nuestro nieto y su esposa
tienen cinco niños de 9, 8, 6, 4 y 1 años. Ellos memorizaron Isaías 53, y lo
nos lo recitaron en los días navideños”.
Ella señala que no esperaban que los dos más
pequeños lo memorizaran, ¡pero el de cuatro años aprendió el pasaje de tanto
oírlo repetir a la familia! Margaret comprende que los niños “no lo entienden
necesariamente”, a estas alturas, pero ella dice que eso no importa con tal de
que los versículos se les graben. Ella sabe que “después ellos los entenderán y
estarán agradecidos”.
Al pedirle que resumiera para las jóvenes mamás
los beneficios de la memorización de las Escrituras, Margaret responde con uno
de los versículos que ha memorizado, el salmo 119:11: En mi corazón he guardado
tus dichos, para no pecar contra ti”.
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