Respondiendo
Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos
pescado; mas en tu palabra echaré la red” (Lucas 5:5). Nuestra participación en
campañas evangelísticas para fundar iglesias nos ha enseñado más sobre la pacienciaque
cualquier otro trabajo o ministerio.
La paciencia es un
elemento indispensable, para el establecimiento de la iglesia. Con razón
escribió Santiago, “mas tenga la paciencia su obra completa” (Santiago 1:4 ).
Pablo nos amonesta en la misma forma cuando escribe: “No nos cansemos, pues, de
hacer bien; porque a su tiempo segaremos. si no desmayamos” (Gálatas 6:9).
“SI NO DESMAYAMOS.”
Es fácil que el obrero
desmaye cuando está trabajando “arduamente en la temporada de la siembra. Más
tarde, cuando uno está recogiendo las hermosas gavillas en la época de la
cosecha, casi no se puede creer que haya habido momentos de duda y desdiento.
Pero debemos recordar que todos los que siembran lo hacen totalmente por la fe.
Nadie ve la cosecha en el momento de la siembra.
Una campaña permanece
viva en mi mente como una de las más difíciles que hemos conducido.
Por varias se aquello
no fue más que una lucha intensa que no parecía terminar. Pese a que nuestra
carpa estaba rodeada por altos edificios de apartamentos repletos de personas
de la clase media, todos los vecinos parecían indiferentes a nuestra presencia
en aquel lugar. Los pocos que se decidían a asistir a nuestras reuniones venían
solamente para burlarse, o eran curiosos tímidos listos a marcharse tan pronto
como se empezara a predicar el evangelio.
Durante esas semanas
los testimonios de conversiones y sanidades eran muy escasos. Tal parecía como
si la gente estuviera totalmente opuesta a nuestro mensaje. Sin embargo,
persistimos; y cuando los milagros empezaron a realizarse, éstos aumentaron de
unas pocas gotas a una lluvia torrencial. Inmediatamente empezamos a ver la
reacción positiva y tremenda de la gente. Ahora considero que esa fue una de
las campañas que más resultados ha dado. Si hubiéramos desmayado durante 1 as
primeras semanas, aquel esfuerzo habría terminado en un fracaso total
Cuando los enfermos no reciben sanidad
Muchos ministros
predican a Cristo como Salvador fervorosamente, semana tras semana, y sin
embargo a veces temen predicarlo como Sanador, u ofrecer oraciones por los
enfermos, por, el temor al fracaso. Parecen creer que todo el tema es tabú,
sencillamente porque no se sanan algunos enfermos.
Algunos llegan al
extremo de decir- “Bueno, si la sanidad es una, realidad, – ¿Por qué no van los
que creen en ella a orar por todos los enfermos que están en los hospitales
para que estos se vacíen?” Pero esa es una actitud absurda, porque sabemos muy
bien que ni siquiera Jesús hizo semejante cosa. Alrededor del estanque de
Betesda había una multitud de enfermos (Juan 5).
Pero hasta donde sabemos sólo uno de ellos fue sanado por
el Señor. La Palabra nos habla de que Jesús sanaba a aquellos que iban en pos
de El Sabemos que aunque muchos de los inconversos no se rinden a Cristo, la
verdad de la salvación siempre tiene validez. Así también, aunque muchos
enfermos no reciban sanidad, la enseñanza que hallamos en la Biblia acerca, de la sanidad sigue siendo
válida.
Detrás del escenario
Existen muchas razones
por las cuales una persona no recibe sanidad y debemos estar conscientes de
ellas.
Reconozcamos ante todo
que Dios realiza estos hechos en relación con los factores de la voluntad y la
reacción de los que buscan sanidad. Recordemos la frase: “Como creíste, te sea
hecho” (Mateo 8:13). Algunos están preparados para recibir sanidad de parte de
Dios, mientras que otros no.
Por otra parte, el propósito de la sanidad no era otorgar vida eterna en la tierra. A todos les llega
el momento de morir, aun a los hijos de Dios. Después de todo, aquellos a
quienes Jesús resucitó de entre los muertos ente murieron y ahora esperan el
día de la resurrección.
Aun el profeta Ellas –
a pesar de todos los milagros que realizó – no fue más que un hombre, como nos
lo hace saber Santiago. Todos recordamos que Ellas estuvo al borde del colapso.
En Filipenses 2:26 se
nos indica que la pesada carga del ministerio hizo que todas las energías de
Epafrodito se desvanecieran hasta el grado de verse a punto de morir. En
Hebreos 11 se nos dice que muchos héroes de la fe murieron “conforme a la fe”.
La sanidad divina jamás fue dada como panacea o remedio para todos los, males
que plagan al mundo.
La sanidad de parte de
Dios no es un truco misterioso; es un regalo de la gracia de Dios. Es solamente
uno de los medios usados por el Señor para hacer que las multitudes acudan a
El.
La sanidad tampoco es
un medio de sobrepasar la soberanía de Dios. Después de todo, El es el alfarero
y nosotros el barro. Algunas veces el enfermo no recibe sanidad porque no ha
llenado las condiciones que exige la Palabra de Dios. La Biblia enumera un gran
número de ellas, las cuales solamente mencionamos unas cuantas:
(1) Poner plena
atención a la Palabra de Dios (Exodo 15.26)
(2) Que el que busca
sanidad haga todo aquello que es agradable al Señor (1 Juan 3:21, 22).
(3) Que el necesitado
venga con toda sinceridad y confianza en que Dios lo 9TUdará (Hebreos 11:5,6).
(4) Que la persona
experimente también la sanidad espiritual. Notemos cómo Santiago relaciona el
perdón de los pecado y la confesión de las faltas unos a otros con el hecho, de
recibir sanidad para el cuerpo.
Y consideremos de
nuevo el caso registrado en el capítulo 5 de Juan. Sabemos que el paralítico
recibió sanidad tanto espiritual como física, porque se nos indica que
inmediatamente después de su sanidad se encontraba en el templo.
Otro que también dio
muestras de una experiencia espiritual fue el ciego que recobró la vista.
Cuando los líderes religiosos lo entrevistaron él aseguró que aunque todavía no
conocía mucho de Cristo ahora estaba dispuesto a obedecer cualquier mandato de
El. Además Jesús le advirtió también que no pecara más para que no le viniera
otra cosa peor. Comprendemos que sin una sanidad espiritual el mero mandato de
Jesús no habría bastado. El ciego fue sanado por dentro y por fuera.
(5) El que busca
sanidad divina debe estar dispuesto a darle a Dios toda la honra y la gloria.
Observemos lo que hizo el samaritano que regresó para darle las gracias a
Cristo, o el cojo sanado de Hechos 3, que corre específicamente al templo,
alabando a Dios sin inhibiciones.
El fracaso no es definitivo
En una congregación
que fundamos por medio de una campaña, un joven líder perdió a su esposa. A
pesar de que habíamos estado orando por ella varios días antes de su muerte,
sentí que probablemente el Señor se la llevaría, por lo que amonesté al nuevo
cuerpo de creyentes a que se sometiera a la voluntad de Dios. Después de la
muerte de esta hermana, el esposo y los hijos – quienes habían sido ganados
para Cristo en una campaña en la que muchos enfermos se sanaron – no flaquearon
sino que siguieron creciendo y sirviendo al Señor. Actualmente, este hombre
sirve como pastor de una floreciente congregación. Para él el hecho de que su
esposa no pudiera recibir sanidad no fue fatal. Como lo hemos observado en
muchos países del Tercer Mundo, este hermano reconoció la voluntad soberana de
Dios mucho mejor de lo que se esperaría de un recién convertido.
Cómo reaccionar ante el fracaso
Cuando pasamos por
momentos de aparente fracaso hay varias cosas que debemos recordar:
1- Debemos volvernos a
Dios, nuestra fuente de poder, para tener – un momento de análisis espiritual.
Si el ministro no está dispuesto a esperar en el Señor en oración y ayuno, es
probable que él mismo está obstruyendo lo que Dios quiere hacer por medio de
él.
Muchas veces Dios
trata con sus hijos a través de estos períodos de escasez de cosecha. Cuando
pasemos por etapas de aparente fracaso en cuanto- a los resultados de nuestros
esfuerzos, acudamos a Dios y veamos si nuestras raíces están profundas y si
están recibiendo suficiente agua y fertilizantes espirituales.
Algunas veces el
problema puede ser una actitud de orgullo. Si el ministro empieza a creer que
tiene algún privilegio especial en cuanto a la gracia y el poder de Dios es
probable que estorbe la obra del Espíritu. Puede pasarnos como le sucedió a
Moisés, si atacamos al enemigo con nuestras propias fuerzas terminamos
derrotados.
Debemos preocuparnos
por no descuidar la oración y la dedicación al servicio de Dios como
instrumentos suyos. Nuestro trabajo no consiste en dar “discursos cristianos”
sino en participar en una constante guerra espiritual. Si procuramos que el
fruto del Espíritu se manifieste en nuestra vida, los dones del Espíritu. que
son indispensables para un ministerio fructífero, tendrán un mayor fundamento.
2- Por otra parte no
debemos rebajarnos. Anteriormente hablamos sobre el peligro del orgullo; pero
la autodegradación, que no es más que una humildad forzada, tampoco es parte de
lo que Dios ha planeado para nosotros. El mandato de Dios sigue siendo:
“Esfuérzate, y sé valiente.
Después de todo, si
Dios no salva ni sana, nosotros tampoco lo podremos hacer.
Un gran hombre de Dios
dijo en cierta ocasión: “El que se desalienta por la ausencia de resultados es
el que más tiende a tomarse para sí la gloria cuando está cosechando éxitos en
la obra”. Es bueno recordar siempre este detalle.
3- Siempre debemos
mantener la mirada en las promesas de Dios. Por algunas razones conocidas
y otras desconocidas
para nosotros, algunos enfermos no se sanarán. El hecho de que algunos no se
sanen jamás debería opacar ni una sola de las promesas de Dios, ni en nuestra
mente ni en la de nuestro convertidos. Nuestros ojos deben estar siempre
puestos en el Señor.
No debemos hacer lo
que hizo Pedro al mirar las olas del mar de Galilea, de otro modo, nos
hundiremos como él. No debemos descender de los muros de Nehemías para discutir
nuestras dificultades con Sanbalat y sus amigos; de hacerlo así nuestro
proyecto quedará arruinado.
Debemos orar como el
rey Josafat: ” ¡Oh Dios nuestro!… en nosotros no hay fuerza contra tan grande
multitud que viene contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos
nuestros ojos” (2Crónicas 20:12).
Hay temporadas de
siembra como también las hay de cosecha. Ya sea que abunden o escaseen los
testimonios de conversiones y sanidades por el momento, nuestra posición en las
promesas eternas
de Dios debe ser
siempre firme. Estas no cambian con la experiencia humana o los reveses
transitorios, Y en ellas confiaremos.
Tomado del libro:
Métodos para fundar iglesias
Autor: David E. Godwin
www.sigueme.net
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