Si usted es creyente en Cristo,
también es siervo, ya sea que esté consciente de eso o no. La pregunta es: ¿Qué
clase de siervo es: entusiasta, diligente, gozoso, esquivo o renuente?
El servicio a los
demás es un estilo de vida que todo cristiano debe cultivar. Sin embargo, eso no quiere decir que tengamos
que dedicar todo nuestro tiempo libre a servir como voluntarios, o a trabajar
en un centro de beneficencia pública.
El Señor no divide nuestro servicio en secular y
religioso, ni considera uno más valioso que otro. Su deseo es que todo lo que
hagamos sea hecho con el corazón de siervo.
Nuestro
ejemplo es Cristo, que “no vino para ser servido, sino para servir” (Mr 10.45).
Como sus representantes, debemos considerar lo que
comunican nuestras acciones, actitudes y palabras. Dios no suele requerir
grandes actos de servicio cada día; más bien, lo que quiere es que sus hijos
ayudemos ante las necesidades de los demás y demostremos bondad y hospitalidad.
Imaginemos cómo nos destacaríamos en esta sociedad
egoísta si, al igual que Cristo, tratáramos las necesidades de los demás como
más importantes que las nuestras (Fil 2.3-5).
Para mantener
el corazón de siervo, recuerde que Cristo es su Señor.
Cuando usted obedece a Dios y sirve a los demás
con alegría, lo glorifica, ejemplifica la actitud de Cristo e invierte en algo
de valor eterno.
Mi oración es que las meditaciones de este mes le
animen a vivir como un siervo de Dios obediente y gozoso.
Fuente: sigueme.net/reflexiones
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