No
dejes de orar por tus hijos (1 Samuel 1:27)
Todo santo fue niño un día; y también todo criminal. ¿En qué
radica la diferencia?
En primer lugar, y por encima de cualquier otro factor, la
influencia de los padres.
El profeta Samuel gobernó la nación de Israel durante cuarenta
años, ungió a David para que fuera rey y lo guió en sus decisiones más
cruciales. Pero ¿quién
fue la influencia más dominante en su vida? Ana, su madre. Ésta fue la oración que
hizo en su nacimiento:
“Por este niño oraba, y el
Señor me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también al Señor; todos los
días que viva, será del Señor” (1 Samuel
1:27-28).
Nunca tengas en poco el poder que genera un padre o una madre
cuando oran por sus hijos. Sólo Dios sabe cuántas oraciones están siendo
contestadas en este instante porque un padre o una madre fieles han estado
orando durante muchos años.
Si tus quehaceres diarios en esta sociedad tan acelerada te
están quitando tiempo e impidiendo que ores por tus hijos y nietos, entonces ¡estás demasiado ocupado!
No hay nada más importante que el tiempo que pasas con Dios
intercediendo por ellos. Nunca es demasiado tarde para ese hijo que te ha
causado tanto dolor y tantas lágrimas.
La madre de Jesús tuvo que contemplar a su hijo crucificado,
pero también sintió la felicidad de verlo resucitado.
Es posible que te vayas a la tumba con la duda de si tus
oraciones han sido efectivas y de si van a ser alguna vez contestadas; a pesar
de todo, nunca jamás dejes de orar porque:
b) sus caminos son más altos que nuestros
caminos;
Fuente: devocionalescristianos.org
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