“Mejor solo que mal acompañado” es una frase
usada con frecuencia, por quienes, luego de iniciar una relación, se desilusionan de su pareja. Lo más preocupante es que esto suele suceder
tanto antes como después del matrimonio; y digo preocupante porque las
consecuencias a nivel emocional y
espiritual de un sentimiento de esta índole,
después de haber contraído un vínculo tan fuerte como el matrimonio, podrían
ser devastadoras.
Cuando
una persona que ya se ha unido a otras, experimenta estos sentimientos, deberá
buscar ayuda con el fin de encontrar una solución acorde a su situación. Sin
embargo, justo para evitar una amarga experiencia que lleve a tales
sentimientos, se debe entonces dimensionar la
trascendental importancia que tiene el noviazgo, como etapa para llegar a conocer, a profundidad,
a la persona que hemos elegido para compartir, entre otras cosas, tiempo,
cariños y experiencias.
Aún,
aquellas parejas que no están pensando en el matrimonio al establecer una
relación sentimental, deben buscar este objetivo, tanto por el bienestar actual de ambos como
porque eventualmente la relación podría llevar al matrimonio.
Las
razones por las que hombres y mujeres buscan establecer vínculos afectivos
románticos son variadas, como también son las características o atributos que
buscan en una posible pareja. Tratar de establecer cuáles razones son las
correctas o el tipo de características “recomendables” sería obviar la
individualidad y complejidad del ser humano. Sin embargo, lo que si podemos
hacer es tratar de establecer algunas de las motivaciones, patrones y elementos
que pueden resultar en dinámicas y vínculos poco saludables en el desarrollo de
las relaciones románticas.
Naranjas completas
Entre
algunas de las motivaciones poco saludables para el establecimiento de
relaciones románticas, se encuentran la búsqueda de alguien que nos haga feliz, que nos “complete” porque en cierta forma nos
sentimos incompletos y no hemos podido encontrar la felicidad en nosotros
mismos. Sin embargo, la felicidad y la plenitud tienen que ver con nuestra realización
personal.
Cuando se
le da a alguien, por más buena persona que sea, la responsabilidad de hacernos felices, estamos destinados a la desilusión. La plenitud
como personas es responsabilidad nuestra, debemos procurar una sana autoestima, la madurez emocional y espiritual a través de
valores y principios bien definidos, así como también, en lo posible, el
desarrollo de habilidades y conocimiento que nos permita el sostenimiento
personal. Depender de otra persona en cualquiera de estos ámbitos es dejar ir
de nuestras manos nuestro bienestar
personal.
Este tipo
de actitud hacia las relaciones crea codependencias que en última instancia
terminarán siendo fuente de dolor, sufrimiento e inclusive de depresión. Es usual escuchar a mujeres y hombres decir que
tal o cual persona no “me llena”, “no me hace feliz” o bien “no es mi media
naranja”. Ante todo, y sin tener que depender
de si tenemos o no una pareja, debemos procurar ser “naranjas
completas”, que se
preocupan por alcanzar una alta autoestima, madurez emocional y espiritual y el
sostenimiento propio. De esta forma, las relaciones interpersonales, ya sean
románticas o no, se convierten en una forma de compartir nuestra propia
plenitud con otros, sin que busquemos en ellas lo que debemos hurgar en nuestro
interior.
Si bien
es cierto, podemos buscar en una relación romántica la compatibilidad y
entendimiento, es definitivamente erróneo buscar ser completados por alguien
más, como se dijo anteriormente, por más buena o “perfecta” que esa persona sea
o parezca. Así también, la propia búsqueda de la plenitud, nos facilitará
descubrir en los otros, si ponemos la suficiente atención, esa misma plenitud; y
esto nos lleva al otro punto importante de tocar, cuando hablamos de relaciones
románticas, esto es, la búsqueda de la persona ideal.
Buscando otra naranja completa
Entre
otras cosas, es posible que por razones culturales, de historia de vida, o bien
emocionales, busquemos características poco sanas en las personas con las que
deseamos establecer una relación romántica. “A mí me gustan los hombre de
verdad”, podría decir la mujer que busca al macho estereotipado, fuerte,
controlador, sobreprotector, experimentado…, este es el concepto que por
generaciones una cultura patriarcal nos ha hecho creer que es un “hombre de
verdad”, o bien buscan al eterno conquistador, que con sus palabras dulces y
“embaucadoras” despiertan sueños que se vuelven pesadillas con el pasar del
tiempo.
De la
misma forma, un hombre podría considerar como posible compañera sentimental
únicamente a aquellas mujeres con poco criterio, sumisas y fáciles de
controlar. La búsqueda de estos estereotipos, o bien de otras características
que se derivan de
la inseguridad, baja autoestima, problemas emocionales no resueltos, arraigos culturales que
desdeñan los valores esenciales del respeto, la honestidad, la equidad y la
tolerancia, etc., con seguridad conducen a relaciones problemáticas queterminan
desgastando a ambos miembros de la pareja.
Por lo
anterior, es esencial buscar en el otro esa plenitud que hemos identificado a
través de procurar alcanzar nuestro propio desarrollo integral. Algunas de las características que podrían servir
como señales de alerta en la elección de pareja podrían ser:
•Baja autoestima, la que se puede manifestar en una constante
necesidad de halago y reafirmación, celos, necesidad de controlar e imponer el
propio criterio u opinión.
•Poca
valoración del ser humano,
expresado en actitudes de menosprecio hacia otros, especialmente de personas en
condiciones de vulnerabilidad.
•Carácter
explosivo, poco control de las emociones,
especialmente cambios abruptos de estado de ánimo, como períodos de ira luego
de una hilaridad excesiva.
•Desdeño de
valores y principios universales como
son: la fidelidad, el respeto, la tolerancia, la colaboración y la equidad.
•El
ensimismamiento excesivo,
dificultad para compartir con otros los propios sentimientos y una tendencia a
mantener en secreto aspectos de la historia de vida o experiencias personales
pasadas.
•Tendencia
hacia una continua
demanda del otro en términos de tiempo, atención y
cuidado.
•Inmadurez
emocional en relación a la etapa de vida por la
que se transita.
Si
reconocemos al menos una de estas características en la persona con la que
tenemos o pensamos tener una relación sentimental, es importante reflexionar
sobre las consecuencias que continuar, o iniciar, esta relación podría traernos
en el mediano y largo plazo, nunca es
demasiado pronto para evitar involucrarse en una relación dañina; y
si ya se está involucrado en una relación poco saludable, es recomendable que
busque ayuda y alternativas a seguir.
Así las
cosas, al gusto hay que añadirle inteligencia, la atracción física, el
deslumbramiento pasajero o bien el “amor a primera vista” como elementos únicos
en la escogencia de pareja, aún en una relación de noviazgo, podrían tener
consecuencias lamentables en términos de nuestro propio bienestar y
construcción de nuestro proyecto de vida.
Las
relaciones interpersonales, y en especial las relaciones sentimentales deben
tener como premisa que su dinámica impulse aún más nuestro desarrollo y
bienestar integral. Esto nos lleva a plantearnos cuales deberían ser las características de una relación de
noviazgo saludable.
Dos naranjas completas rodando juntas
Esta
frase bien puede describir, a manera de analogía, las relaciones que podrían
llegar a ser constructivas. Dos personas plenas compartiendo con miras al
crecimiento personal, son el principio de una relación que bien podría deparar
mucha satisfacción y plenitud a ambos miembros de la pareja. Algunas de las
características que bien describen una relación
de noviazgo saludable son:
•Una excelente
comunicación. Ambos miembros se sienten en libertad
de expresar sus sentimientos, aspiraciones y expectativas sin ningún temor. No
se hacen presuposiciones sobre las actitudes, reacciones o formas de expresarse
del otro, hay una tendencia a aclarar las dudas e inquietudes que pueden surgir
en el trato diario y en temas o asuntos de mayor trascendencia.
•La relación
está caracterizada por la libertad de acción. No
se limita o restringe la actividad del otro, por ejemplo, interacción con
familiares y amigos, práctica de deportes u otras actividades de interés o
esparcimiento que no necesariamente se realiza en conjunto con el otro.
•Se comparten
valores y principios similares como
guía de la actitud con que se enfrenta la vida.
•Los proyectos
de vida de ambos no son diametralmente opuestos, hay
al menos algunos puntos de coincidencia sobre los cuales se podría
eventualmente construir un proyecto de vida conjunto.
•La
relación está mediada por los valores
fundamentales de: la fidelidad, el respeto, la
consideración, la tolerancia y la equidad, entre otros.
Si usted
es una persona que ha decidido estar mejor sola o solo que mal acompañado,
¡felicidades! Usted está bien ubicado en el camino de la realización personal y
del establecimiento de relaciones sentimentales sanas. Por
Maritza Ulate de Enfoque a la Familia
Fuente: sitiodeesperanza.com
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